Dos corazones sobre ruedas: Tras un sueño en América Latina
En cada curva, el paisaje nos hablaba.
El viento se colaba por la ventanilla y traía historias de montañas, océanos y ciudades que aún no conocíamos. ¿Huíamos de la rutina o avanzábamos hacia algo desconocido? Solo sabíamos que, detrás del volante, había un sueño y que dos corazones latían al mismo ritmo, por el mismo sueño.
Así comenzó nuestro viaje…
Con Google Maps en la mano, una lista infinita de canciones y la promesa de descubrir Sudamérica con los ojos muy abiertos y el alma encendida. Cada frontera fue una lección; cada pueblo, un abrazo; cada amanecer, otra página del libro que escribíamos sin darnos cuenta…
Este blog no es solo un diario de ruta: es una carta de amor al viaje, a las personas que conocimos y a la magia de perderse para encontrarse.
Bienvenido a nuestra historia: Dos corazones sobre ruedas por Sudamérica.
Dos corazones, tres pasaportes y un solo rumbo.
Salimos de Argentina una mañana tibia, con el baúl lleno de sueños y el corazón lleno de dudas. Éramos una mezcla que desafiaba fronteras: yo, paraguaya; “el Turco”; y nuestro fiel Peugeot con patente argentina, que se convirtió en nuestro compañero de ruta. A veces nos reíamos diciendo que éramos un trío internacional perfecto, un pequeño mundo rodando por otros mundos.
El camino nos llevó por los colores de Paraguay, los ritmos únicos de Brasil, los paisajes incomparables de Venezuela y Colombia, la magia de Ecuador donde encontramos la mitad del mundo, los misterios de Perú, la altura de Bolivia y los contrastes de Chile, hasta que en la frontera de Uruguay nos topamos con una aplicación de normas claramente contrarias a los derechos humanos que no esperábamos.
Cada país nos enseñó algo distinto: la sonrisa de un desconocido, el sabor de un plato nuevo, la velocidad de aprender nuevos idiomas, la forma en que el cielo y las montañas cambian de color… pero el amor sigue igual.
Y cuando, mucho tiempo después, miramos nuestro recorrido en el mapa, nos dimos cuenta de algo hermoso: sin planearlo, el camino había dibujado un corazón. Tal vez fue coincidencia… o tal vez el destino guiándonos, recordándonos que este viaje no solo fue geográfico, sino profundamente emocional.